SI ME OCUPO DE ANUNCIARLO…
Pero de ninguna manera me preocupo por mi vida, con tal de terminar mi
carrera y cumplir el ministerio que he recibido del Señor Jesús, de anunciar
el Evangelio de la gracia de Dios. Hechos 20, 24
¿De qué me preocupo, en qué me afano?
Día: 17 de mayo de 2010
Oraciones escuchadas, gladiolos en la calle
Las Damas de Blanco han vuelto a caminar por la quinta avenida con gladiolos en la mano. Ya no piden carné de identidad a los fieles ni se impide a los que no son del barrio el entrar a la iglesia.
Hubo un diálogo. Hubo un acuerdo. Lejos estamos de que los reclamos de estas mujeres y las de muchos cubanos sean debidamente tratados por esta vía de probadísima eficacia, y opción irrenunciable de la Iglesia. Pero se ha dado un paso importantísimo.
Las oraciones han sido escuchadas, y las voluntades implicadas han llegado a un acuerdo mínimo. Ambas cosas, oración y buena voluntad, son necesarias para Cuba. Sigamos ese camino. ¡Demos gracias a Dios!
Testigos
Mi amigo Julio César es diabletico, por eso está ciego de un ojo. Es el único joven en una familia de 5 ancianos, es el responsable de su cuidado y manutención, con el pobre salario de un profesor, y la ayuda de Dios, y de algunos de sus amigos. Gente que lo conoce me ha dicho «¡No sé cómo puede!». Julio está casi siempre de buen humor, es un cristiano activo en su comunidad, al que la gente suale acudir por un buen consejo o un poco de aliento.
Las personas que no conocen a Cristo, difícilmente lo harán sin el testimonio de personas así. Quien no cree necesita ver gente con sus mismos problemas, que viven sus misma realidad y tienen sus limitaciones, que sin embargo las viven de manera distinta por ser cristianos: con alegría, y con espíritu transformador de esas realidades.
Sin testigos, de poco vale en la práctica lo que pueda anunciar la Iglesia.
¡Gracias Julio César!