beber la copa que estoy bebiendo o bautizarse como me estoy bautizando?» Marcos
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reconocimiento, honores y riquezas?
un espacio para la fe
El diálogo es un reto en Cuba donde hay tanta herida, tanta carencia, tanto miedo, tanta mentira y tanta falta de Dios: tanta impiedad, diría el P. Varela en sus Cartas a Elpidio.
La comunicación con el que piensa distinto debe basarse en la verdad. La verdad es un derecho de quien la dice y de quien la escucha. La verdad libera, la mentira somete y deshumaniza. En el diálogo no se debe ocultar una parte de la verdad de los hechos o de la Verdad Revelada porque el interlocutor no la acepte, el diálogo no es complacencia, es aceptación y puesta en común de criterios y verdades parciales, para que, siendo fieles a los principios de cada cual, se encuentren caminos de entendimiento, convivencia y progreso, cediendo cada interlocutor una parte, más no lo fundamental de sus sus verdades parciales.
El diálogo debe tener en cuenta la realidad concreta: los gozos, esperanzas, alegrías y tristezas de la gente. Por tanto los espacios de comunicación que usemos los cubanos no pueden ser tribunas de intolerancia, pero tampoco deben pasar por alto el pecado estructural y personal como fuente de los males que aquejan a Cuba y al mundo.
No se debe seguir la lógica de la confrontación, pero tampoco ignorar el sufrimiento y la injusticia de nuestra realidad . Debemos hablar de cosas buenas, edificantes, esperanzadoras, constructoras de paz, pero no como si viviéramos en una realidad donde lo deseable y bueno fuese fácil de practicar.
Debe hablarse de tal forma que se deje margen al interlocutor para responder de manera positiva.