No hay otro mediador entre Dios y el hombre. No hay otro que pueda traer el cielo a la tierra, que pueda mostrarnos a Dios, y ser Dios entre nosotros.
No existen los arcanos, ni las reencarnaciones, ni los ancestros que marcan mi destino, ni tiene poder del brujo o el gurú, los ídolos de piedra o las figuras de yeso y bronce… Dios se manifestó totalmente en Jesucristo, quien nos abrió el camino directo al Creador.
Yo vivo en medio de un pueblo que se ha dejado llevar por falsos mesías, que ha osado decir que “cree” en otras personas que no son Cristo, porque estas personas se han presentado como salvadores, como solucionadores radicales y definitivos de nuestros grandes problemas.
Pero Cristo es uno solo, murió y resucitó, y no vino a resolvernos los problemas de forma mágica y de un tirón, sino a volvernos capaces de hacerlo por nosotros mismos, vino a tender el puente definitivo entre nuestra existencia caída, y sus orígenes: la vida junto a Dios, que nos hizo como Él.
