Le basta la primavera para florecer,
aunque tenga que hacerlo junto a un camino inmundo
por donde pasa gente pobre y apurada que casi nunca levanta la cabeza.
Así nos pasa también para con Dios:
El nos regala primaveras y oportunidades,
sin importarle nuestra cabeza gacha y nuestra prisa.
¡Bienaventurados los que levantan la cabeza
y hacen pausas para ver lo que se ofrece a la vera del camino!
(Cf. Mateo 5, 1-ss)