Nada me puede separar del amor de Cristo, aun cuando no lo conozca (Rom 8,1-ss). ¡Qué gratificante verdad! Por eso vale la pena que lo tengamos a Él como rey, porque su autoridad se base en el amor incondicional. Las primeras consecuencias de este Amor son la libertad y la responsabilidad: dos valores a los que la gente suele temerle mucho.
Por eso es tan fácil que se entregue la vida a un ídolo religioso, político o económico, o a cualquier combinación de los tres. Estas deidades suponen miedo y dependencia, dos males con los que el ser humano puede sentirse muy cómodo, aunque en el fondo nunca sea feliz.
¡Busca a Cristo! Él no promete nada mágico que se pueda comprar, pero asegura la realización plena de tu persona, estás hecho a Su imagen.